Want to make creations as awesome as this one?

Transcript

Diego Masola, Scotiabank (Surf). Empezó a surfear hace más de tres décadas. A los 11 años, el ejecutivo argentino vivía en Mar del Plata y barrenar olas era una actividad habitual. Cuando viajó a Sudáfrica con su familia gastó sus ahorros para comprarse su primera tabla e iniciarse en el deporte. El primer destino al que viajó a practicarlo fue Punta del Este, seguido de Brasil, Perú, Costa Rica, Chile, México, California, Hawaii, Portugal y su lugar favorito, Fiji. Este año, añadirá dos nuevos países a su lista: España y Francia. Disfruta de esta actividad porque lo obliga a estar en buen estado físico y lo libera de tensiones. «Mentalmente es un descanso total. Es un psicólogo líquido», aseguró. No fue así en 2002, época de crisis en Argentina. «Me metía a surfear y me estresaba. Todos mis amigos me volvían loco a preguntas sobre qué hacer y dónde poner la plata», recuerda. A futuro le gustaría conocer varias islas indonesias y Australia. Aconseja las escuelas de surf para iniciarse.

Juan C. Olascoaga, Montecon (Maratón) De «veterano» retomó el atletismo, una pasión que había dejado en su juventud para dedicarse al fútbol universitario y así ya no ser el «bicho raro» entre sus amigos. A los 50, se unió al grupo Correcaminos para darse el gusto de correr «media maratón». Pero al sortear con éxito esa prueba, «me enganché y empecé a correr maratones y ultramaratones», relata. En estas últimas competencias, que fijan trayectos superiores a 42 kilómetros, se ha extremado en páramos agrestes bajo temperaturas inclementes. Corrió varias veces en la Patagonia —Torre del Paine, en Chile, es uno de sus paisajes predilectos— y en la zona del macizo Mont Blanc (Francia). «Me hace tremendamente feliz, me da una sensación de libertad», dice al hablar de su motivación por competir en estas pruebas desgastantes (de 70k, 100k o más) para las que se entrena todo el año. La recompensa va más allá de la desconexión del trabajo, le ofrece una mejor calidad de vida, dice. A futuro, se ve corriendo los principales maratones del mundo; ya tachó Nueva York de la lista y este año sumará Berlín.

Juan Francisco Etchebarne, Farmalog (Golf). «Como soy deportista, elegí un deporte que pudiera continuar toda la vida», dice. Hace casi 20 años que lo practica y si bien Uruguay «tiene más campos de lo que se supone» (más de una decena), con un grupo de unos 25 amigos de La Tahona viajan una vez al año para probarse en otras caídas y dificultades. El objetivo es «hacer camaradería», aunque han llegado a concretar inversiones juntos. Buenos Aires, Orlando, Miami y Nueva Orleans fueron algunos destinos. «Son de primera categoría en diseño y mantenimiento. Te sentís como un futbolista en el (estadio) Bernabéu», grafica. El de Atlanta fue el viaje que más disfrutó, ya que allí atestiguaron además un torneo profesional. En agosto planean jugar en Murcia (España) y en la lista de sus sueños está Augusta (EE.UU.). «Es un deporte muy adictivo», advierte.

Vera Tochetti, Eco al sur (Kitesurf). «Me ha llevado a lugares a los que nunca hubiera ido», confiesa. Desde que se inició en este deporte, hace un año y medio, visitó playas deslumbrantes como Carabete (República Dominicana), Jericoacoara y Lençois Maranhenses (Brasil), la que más la impactó. Esta variante del surf le «resetea» la cabeza y la ayuda a liberar adrenalina, con lo que reduce su nivel de ansiedad. «Te deja en un estado increíble», resume. Lo ve como una disciplina «comunitaria» con la que cosechó amigos, incluso más allá de fronteras. Es la única sudamericana en la Mai Tai Global, una comunidad de empresarios, artistas y atletas que viajan para practicar kitesurf y a la vez hacer networking. El evento más exclusivo del club se celebra en la isla privada del magnate Richard Branson en el Caribe. Tochetti, junto a amigos uruguayos, se propone ir más lejos y surcar las cristalinas aguas de la playa de Dajla (Marruecos), aunque aún no puso fecha.

Rafael García, Ingenio (Trekking de alta montaña). Luego de correr varias maratones, hace tres años decidió subir un escalón y se volcó a este deporte a más de 5.000 metros de altura. Ya alcanzó seis cimas, entre la cordillera argentina y chilena y Perú (ruta a Machu Picchu por el paso de Salkantay). La última fue el Acongacua, cuyos 7.000 metros «son palabras mayores». Asegura que la montaña lo ayuda a desconectarse y reflexionar, incluso sobre temas pasados para verlos desde otra perspectiva. En general viaja solo, pero la experiencia le sirve para ejercer empatía y unirse a grupos. En su paso por Los Andes, se conmovió con el punto donde se estrelló el avión de los uruguayos en 1972. Planea visitar el Kilimanjaro (Tanzania) en 2018. Para iniciarse en este deporte, García aconseja no solo tener un muy buen estado físico sino también aprender a ser tolerante, sobre todo a cuestiones diarias como «no bañarse durante dos semanas».

Laura Fazzino, Tufiesta.Com.Uy (Ciclismo). Para cargar energías, entrena de 6:00 a 9:00 AM, se ducha y sale para la oficina. «Empezar así es otra cosa. Hace bien a la salud física y mental», sostiene. Practica este deporte hace cinco años y ha viajado en un par de ocasiones a la carrera Río Pinto en Córdoba con compañeras de entrenamiento. Su próxima meta es hacer en 2018 el Camino de Santiago, recorriendo 70 km por día durante dos semanas. Practicar ciclismo y dirigir un negocio para ella tienen puntos en común: «Si no se logra un objetivo en una carrera, hay que volver a empezar. Y en una empresa es igual. Si no se alcanza la meta, se analiza qué ocurrió y se hacen los cambios necesarios para conseguirlo». Dice que nunca es tarde para comenzar a pedalear si se tiene disciplina y perseverancia.

Bernardo Wysokikamien, papelería Aldo (Triatlón). La primera vez que practicó esta competición —que combina natación, ciclismo y carrera a pie— fue en 2004, en Florianópolis, pero dice que el proceso comenzó hace 20 años con su primer maratón. Culminar un triatlón le insume en promedio unas 12 horas y para él representa «un desafío» y le permite «interactuar con personas de empresas ‘de otro palo’». «Ayuda a generar resiliencia, porque es de largo aliento, es más mental que físico». De este deporte le gusta no depender de nadie y que nadie dependa de él, pero suele viajar en grupo. Ya participó en Florianópolis, Miami, Mar del Plata, Villa Gesell y Buenos Aires, pero el que más le gustó fue el de Punta del Este, porque «juega de local» y conoce el terreno. En el debe quedó el triatlón de Costa Rica, al que se anotó este año pero debió darse de baja por trabajo y el próximo será en 2018, en Bariloche. Asegura que el deporte «es mucho más fácil de lo que parece», solo hay que «dedicarle tiempo e ir de a poco, siempre asesorado por un profesional».