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JORGE BOLANI Director y actor Han pasado muchos años desde que, en la época liceal, —hablamos de quinto año— permanece marcado en mí el libro Guerra y paz del escritor ruso León Tolstoi. No solamente porque en su momento su poderosa capacidad narrativa abarcaba relatos de guerras y pasiones entre los seres que la habitaban, sino porque penetraban todas las contradicciones del alma humana y su esencia. Releyéndolo hoy por hoy, creo que subterráneamente nos está entregando un mensaje de no-violencia en el mundo que vivimos. (Agradecemos a Hyatt Centric Montevideo por la locación para la fotografía de Jorge Bolani).

DIEGO FORLÁN Futbolista Si Diego Forlán tiene que elegir un libro se queda con los de Gabriel García Márquez. El autor y sus novelas lo “acompañaron mucho en el Mundial de Nigeria, en 1999”, especialmente, el clásico de Gabo, Cien años de soledad. En esa ocasión, Uruguay obtuvo el cuarto puesto.

CECICLIA CURBELO Escritora Cada uno de los libros que he leído me ha marcado de una u otra forma, y me han hecho ser quien hoy soy. Por eso es imposible seleccionar solo uno. Sin embargo, puedo recordar perfectamente la manera en que me marcó Tras el Sol de Velma Wallis, que leí en la adolescencia temprana. Sin haber pisado Alaska, me sentí una esquimal. Sin haber tocado la nieve, sentí el frío y el hielo en mis manos o pies. Aprendí de otras tradiciones y atesoré una cultura hasta entonces desconocida para mí. Las diversas tribus con las que la pareja de protagonistas —Daagoo y Niña Pájaro— se topa a lo largo de la historia, que tienen su forma de actuar, sus propias reglas y su modo de hacer y vivir, relatan la riqueza de aceptar al otro a pesar de las diferencias. ¡Hay tantos valores de esas tribus que me encantaría rescatar para nuestro mundo actual, ahora que lo pienso...! Uno de ellos es el respeto al anciano, porque es un ser que ha transitado, que ha acumulado experiencias y eso lo coloca por encima de todos los demás. Su palabra es escuchada y venerada. También las tribus demostraban una mirada a la vida que es elogiable, en la que no se concebía

TABARÉ VÁZQUEZ Presidente de la República Hubo un libro que marcó la vida del presidente de la República, Tabaré Vázquez. Según dijo a Domingo, fue Cuerpos y Almas del escritor francés Maxence Van Der Meersch. La novela, publicada en 1943, se centra en la Facultad de Medicina de la ciudad de Angers, donde los personajes —médicos, ayudantes, estudiantes, enfermeros y pacientes—, van hilvanando historias paralelas que exponen con toda crudeza las contradicciones humanas y profesionales de sus protagonistas. Vázquez leyó este libro cuando tenía 12 años y terminó de “confirmar la vocación por la medicina”.

EMMA SANGUINETTI Crítica de arte y gestora cultural Es difícil elegir, porque hubo muchos y todos fueron dejando huellas según la edad y las etapas de la vida. En mi infancia, sin duda, Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas; con ellos viajé en el tiempo, conocí las calles de París y fui protagonista de sus aventuras. Gracias a ellos salté a la historia de Francia sin escalas y nunca más paré. Ya más grande, tampoco tengo vacilaciones, Milan Kundera y su Insoportable levedad del ser, todo un hito en mi vida. Tendría unos 20 años cuando lo leí y fue como un relámpago que me llevó a otra dimensión intelectual. Kundera es un genio de la narración, cada palabra cuenta y es precisa, exquisita, profunda. Tengo todos sus libros pero este es especial, con él aprendí sobre la libertad, el amor y el dolor; aprendí sobre la fragilidad del ser y las perversidades del poder. Kundera te llega al corazón y al intelecto, es lo más parecido a un terremoto existencial. Es una novela que te hace trascender, tiene algo de sublime por aquello de entender que “lo humano” es siempre falible y digno a la vez. Con La insoportable levedad del ser maduré de golpe. Ah y por favor, no vean la película.

DANI UMPI Músico, escritor y artista plástico El elegido fue El sueño de César Aira. Leer Aira me da felicidad. Generalmente es de esas felicidades con adrenalina, eufóricas, desestabilizadoras, frenéticas. Lo recomiendo siempre a quienes les gusta experimentar esos estados. Es muy preciso con las descripciones, los barrios en los que se mueven sus personajes, tan lejanos y cercanos, milimétricos y abismales, amorosos y catastróficos. Una ciencia ficción onírica, vertiginosa a la vuelta de la esquina. Te lleva del barrio a una galaxia lejana, con una verosimilitud que sólo puede lograrla él y, para satisfacción infinita, tiene muchísimos libros. Es inagotable para los melómanos. Si te gusta un poco, nunca te deja a pie. Su escritura es ejemplar. Hay un punto de partida que avanza hacia los costados, disgrega, resbala sin ser un escapista irresponsable, forma un mapa que es un libro que, si se quiere, puede continuar en otro. Hace trucos deslumbrantes, originalísimos, muy subrayables y citables, como cuando un grupo de amigos se encuentra y repite frases de películas o momentos felices que vivieron con delirio. Puede parecer complejo pero son ovillos simples, amables, holgados, lindos de desenmarañar, hacer una bufanda que se convierte en pulóver. Te interpela “en una buena”. A algunas persona les irrita pero no fue mi caso. El sueño no fue el primer libro suyo que leí pero me impactó muchísimo más que los otros porque es muy “cómic”, me inspiró libertad creativa y contemplativa. Tiene monjas y monos, combinación fenomenal. Parte de esto: Mario trabaja en un kiosco de diarios en el barrio de Flores (Buenos Aires) y tiene copias de todas las llaves de las casas de la zona. Está enamorado de Lidia, tan hermosa que da pena y sufren las atrocidades de la malísima madre superiora Elena, del Colegio de la Misericordia. Es una historia conspiranoide, por momentos naïf, cuando la ironía mordaz y oscura lo permite. Una bomba para leer en voz alta.

MARÍA INÉS OBALDÍA Periodista y profesora de literatura Hoy, elegiría Doña Flor y sus dos maridos. No estrictamente por su calidad literaria, está claro que Jorge Amado tiene libros más trascendentes; pero me ayudó a entrever una solución para las pérdidas irreparables. Las delicias de la cocina brasileña, la pacatería de las vecinas del barrio, la pintura de Bahía y sus iglesias, y el matrimonio como único camino para obtener ascenso y respetabilidad social, fueron una trama donde empezó a brillar el personaje de su protagonista. Pero más significativo que todo eso fue la necesaria estrategia de Doña Flor para no resignarse a su pérdida, la muerte de Vadinho. Jorge Amado logra una solución mágica en medio de una pintura de personajes costumbristas. En ella, hay un parecer y un deber ser que obtiene toda la legitimidad social. Al mismo tiempo, el autor irrumpe creando la posibilidad de vencer a la muerte, de recuperar el amor perdido. Doña Flor logró para siempre rescatar un afecto que nadie más podía ver, pero que le permitió burlar a la muerte, y recuperar su felicidad con su sencilla y primitiva emoción y su sabiduría para combinar sabores ancestrales.

MARCELO ESTEFANELL Escritor La lectura me salvó de la insanía cuando me tocó vivir duras condiciones de prisión durante casi 13 años (1972-1985). Por eso siempre estaré agradecido a tantos escritores que poblaron mis horas y ahuyentaron soledades. Y no encuentro nada mejor que reproducir este fragmento en otro lado y en otras circunstancias: Stendhal me enseñó a hilar fino. Balzac me mostró la sociedad burguesa de su tiempo. Zolá me describió a los proletarios. Proust me brindó el interior del alma humana a través de los objetos y las costumbres. Jules Válles me contó su vida en un lenguaje cinematográfico cuando aún no existía el cine. Anatole France me enseñó la ironía. Victor Hugo me abrumó con los detalles de Notre Dame de París y me conmovió con sus Miserables. ¿Y qué decir de esos rusos maravillosos como Tolstoi y Dostoievski? ¿Cuántas rejas desaparecieron mientras leía Guerra y paz? ¿Cuántos quilómetros me alejé gracias a Ana Karenina? Tomás Mann, otro grande, me introdujo con su personaje tísico en el sanatorio de La Montaña Mágica, con él compartí su encierro desde mi encierro. Dichosos aquellos que leyeron a Conrad y más los que incursionaron en el Dublín de Joyce. Alabados sean los que supieron navegar gracias a Melville para atrapar a Moby Dick. Bienaventurados los que reconocieron el genio de Kafka y más los que vieron en Suave es la noche al gran escritor que fue Céline antes que al nazi amargado de todo. Felices días para los que estuvieron en Pamplona con los personajes de Hemingway, aunque ellos sufran de amor y de impotencia. Bienvenidos sean aquellos que comprendieron el dolor de los campesinos de Steinbeck en las Viñas de la ira. Y más afortunados sean quienes con Faulkner comprendieron al sur profundo. No reniego de Dos Passos ni de Curcio Malaparte, no me olvido de Marguerite Yourcenar y menos aún de Nikos Kazantzakis. Recuerdo a Sartre y a Simone de Beauvoir, al inteligente de Camus y al obcecado de Alain Robbe Grillet. Tengo presente cada libro de Carpentier y cada verso de Miguel Hernández. Rememoro al gran Arguedas y me inclino ante García Márquez. Agradezco a Vargas Llosa, a Cortázar y a Donoso. De Guimaräes Rosa haría monumento y a Borges le daría las gracias. ¿Y que decir de un Simenon? ¿Y de un Raymond Chandler? ¿Cómo olvidar a Carson Mc Cullers y a Horace McCoy? ¿Sería oportunista en este contexto homenajear a Robert Musil? ¿Sería bueno nombrar a Aldous Huxley? ¿Y qué de Günter Grass? ¿Y de Pavesse? ¿Dónde están los hermanos Goytisolo? ¿Y Juan Marsé? ¿Y Arturo Barea? ¡Que viva Horacio Quiroga y que viva Morosoli! ¡Arriba Onetti! Y sobre todo, mil gracias, infinitas gracia, al maestro de los maestros: a don Miguel de Cervantes Saavedra, quien desde otras prisiones supo soportar traiciones y salir airoso como su caballero de todos los tiempos, el hacedor de proyectos, el protector de viudas y huérfanos, el enamorado eterno: don Quijote la Mancha, amo de Sancho Panza y señor de todos los que soñamos despiertos. (Fragmento publicado en El hombre numerado, 2007, Editorial Aguilar)

PABLO BRENNER Político y escritor Hay un libro que me marcó mucho en mi crecimiento como empresario y es La Meta —en ingles The Goal— de Eliyahu M. Goldratt. Está escrito como novela, pero en realidad es un libro de Management —incluso usado en universidades para enseñar sus conceptos—. Ese libro, que lo leí siendo relativamente joven, me enseñó a entender y resolver problemas pensando en forma más amplia. Considero que a pesar de los años sigue siendo un libro obligatorio para cualquier gerente. Cuando viene algún joven a pedirme consejo, es siempre el primer libro que recomiendo.

MARÍA NOEL RICETTO Bailarina El Principito es un libro que adoro porque fue el primero que leí en inglés. Fue especial por haberme hecho derribar la barrera del lenguaje y sentirme orgullosa. El otro que adoro es Once Minutos de Paulo Coelho, escritor que me encanta. Lo leí en un vuelo Montevideo-Madrid y no lo pude soltar. Creo que me pase las doce horas leyendo sin parar. Me llevó a muchísimos lugares. Sentí tristeza, miedo, incertidumbre. Pero por sobre todo, al terminarlo me sentí agradecida por tener la vida que tengo y nunca haber pasado por una situación que se asemeje a la de la protagonista de la historia. Este es especial por haberme hecho meter en la historia como ningún otro lo había hecho antes.

RUPERTO LONG Político y escritor Descubrí aquel libro dos veces. Y en ambas ocasiones sacudió mi existencia. La primera: siendo un adolescente, mi padre —un químico industrial muy afecto a la lectura—, me trajo un buen día un libro de Albert Camus titulado La sangre de la libertad. Me capturó por completo. Quedé fascinado por el idealismo libertario que emanaba de sus páginas, mientras se sucedían las interrogantes de la guerra, la noche de la liberación y las miserias de la posguerra. Muchas de sus frases me acompañaron —e iluminaron— a lo largo de la vida. Por ejemplo: Cuando la lucha es difícil, las razones para luchar siempre son claras. Muchos años después, me topé de nuevo con el libro. Y allí se produjo mi segundo descubrimiento. Un capítulo —ya sobre el final— que antes me pasó desapercibido: Cartas sobre la rebeldía, que da cuenta de una apasionada discusión en el París de los años 50, que tuvo como centro un personaje de leyenda, entre mítico y real: Lautréamont. Ver a figuras de la talla de Albert Camus, Jean Paul Sartre, André Breton y Octavio Paz, discutir sin piedad sobre este joven nacido en Brecha y Camacuá, fue lo que me impulsó a hurgar en su vida y en su obra. Lo que dio como resultado mi libro No dejaré memorias.

Jorge Bolani se sienta delante de una biblioteca. Se acomoda los lentes y lee. Sus manos sostienen las más de mil páginas que el ruso León Tolstoi escribió en 1864 y que Bolani leyó cuando estaba en quinto año de liceo. Cruza las piernas y apoya el libro en ellas. Pasa las hojas como si estuviera acariciándolo. Vuelve a levantarlo con sus manos y desde lejos se puede leer “La guerra y la paz”. Bolani sostiene a Tolstoi con cuidado, hasta con delicadeza. “Qué linda edición esta”, dice y lo mira como examinándolo. Es que estas páginas, que contienen la historia de cuatro familias especialmente durante la invasión napoleónica de Rusia, marcaron la vida del actor y director uruguayo. Desde hace más de 70 años, el 26 de mayo se celebra en Uruguay el Día del Libro, fecha que conmemora el aniversario de la Biblioteca Nacional. Por eso y porque un libro puede salvar, transformar, transportar y dejar una huella para siempre en quienes lo leen, diez personalidades uruguayas de distintos ámbitos cuentan a Domingo qué libro marcó su vida.