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"De tus labios, la sonrisa, la paz de tu lengua mana...Leve, aérea, como brisa de purpurina mañana" José Zorrilla. (1817-1893)

JOSÉ ZORRILLA ¿QUIÉN FUE? El 21 de febrero de febrero de 1817 hace exactamente 200 años, nace en la ciudad de Valladolid, José Zorrilla poeta y dramaturgo de notable influencia en su patria. Sus padres fueron don José Zorrilla, funcionario de la Real Chancillería considerado un hombre riguroso y muy conservador y su madre doña Nicomedes Moral. El futuro poeta contaba seis años cuando su padre fue nombrado gobernador de Burgos, adonde se trasladó con la familia, allí empezó a escribir sus primeros versos. Obligada por la guerra la familia pasó a Lerma (1883) y por deseo de su padre José Zorrilla marchó a Toledo para estudiar leyes. Pero allí se dedicó a la lectura de sus poetas favoritos. Corrían los primeros meses de 1837 y Zorrilla era todavía un desconocido, que pasaba los días leyendo incansablemente en la Biblioteca Nacional. Sería a partir de componer unos versos dirigidos a don Mariano José Larra, escritor y periodista de la época, en el día de su funeral, lo que ofreció la oportunidad a Zorrilla de ser reconocido por personajes influyentes de la época. La carrera literaria de Zorrilla fue vertiginosa desde entonces y áquel mismo 1837 apareció Poesías, su primer libro y dos años después estrenó Juan Dandólo. Entre 1839 y 1950 Zorrilla escribió la mayoría de sus mejores obras. Destacamos las siguientes: El zapatero y el rey y el primer volumen de Cantos del Trovador en 1840, Sancho García en 1843. El puñal del godo y El caballo del rey don Sancho en el mismo año, La calentura en 1846. En 1849 Traidor, inconfeso y mártir y en 1850 María y un cuento de amores. En Don Juan Tenorio José Zorrilla crea el mito romántico del hombre, transportándonos a la Sevilla de finales del siglo XVI. Se trata de una obra plenamente romántica donde el autor no olvida ninguna de sus características: un aura de misterio, el predominio del sentimiento sobre la razón, los amores imposibles, el dinamismo de la naturaleza y el final trágico. Triunfales fueron su recepción en la Academia Española y la coronación solemne en Granada (1889) donde recibió el homenaje de catorce mil personas le aclamaron con delirio. Tras una enfermedad de tres años murió la mañana del 21 de enero de 1893 en Madrid. La Casa de Zorrilla en Valladolid, es el inmueble en el que nació el poeta romántico el 21 de Febrero de 1817. En ella vivió durante los siete primeros años de su vida y brevemente a su vuelta a Valladolid en 1866 después de su regreso de México. Tras su muerte, el Ayuntamiento de Valladolid decidió honrar la memoria del poeta y convertir la casa en Museo. ¿Sabes cómo surge la leyenda del Fantasma de la Casa de Zorrilla? Así, lo contó el propio José Zorrilla en una de sus obras más reconocidas llamada: Recuerdos del tiempo viejo. EL FANTASMA DE DOÑA NICOLASA «Una tarde, mientras dormía mi padre la siesta y mi madre en el comedor arreglaba los trastos con las criadas. En una de mis vueltas creí ver a alguien en el sillón de brazos; y suponiendo que sería Bibiana que dormía también su siesta a escondidas de mi madre, empujé y abrí del todo la puerta: una señora de cabello empolvado, encajes en los puños y ancha falda de seda verde, a quien yo no había visto nunca, ocupaba efectivamente el sillón, y con afable pero melancólica sonrisa me hacía señas con la mano para que me acercase a ella. Me acerqué a ella sin miedo ni desconfianza, y puse mi mano derecha entre las dos suyas, que me alargaba sonriendo. Dióme ella primero una palmadita muy suave con su derecha en la mía, que posaba en su izquierda, y pasándomela después por mi suelta cabellera, me dijo con una voz que no sabré explicar dónde me resonaba, si en el corazón, en el cerebro o en el oído: “Yo soy tu abuelita; quiéreme mucho, hijo mío, y Dios te iluminará”. Estoy seguro de haber sentido el contacto de sus manos en las mías y en mis cabellos, y recuerdo perfectamente que sus palabras me dieron al corazón alegría. Nueve o diez años más tarde, en 1833, fui a Torquemada a reunirme con mi padre. Allí una tarde, registrando unos camaranchones de la casa vieja de nuestro apoderado, tiré yo de una maraña de lienzos, manojos y restos informes y polvorientos de despedazados trastos, y di entre ellos con un lienzo sin marco, cuya pintura no se apercibía bajo una capa de polvo y telarañas. Mientras mi padre quitaba las de unos libros en pergamino que a las manos le habían caído, limpié yo mi lienzo con un trapo mojado, que fui a traer de la cocina; y al descubrir el retrato que en él hallé pintado, dije a mi padre: « ¡El retrato de la abuela!» «Volvióse mi padre, miró el retrato y me dijo con extrañeza: -¿Pues de qué la conoces tú, si jamás la has visto? -¿No se acuerda usted—le contesté yo—de que siendo muy niño vi una señora que me dijo que era mi abuela, en el aposento cerrado de la antesala de nuestra casa de la calle de la Ceniza? -¿Y era esa?—exclamó con asombro mi padre. —La misma: tengo su imagen en las pupilas—respondí yo. —No lo entiendo—dijo mi padre, volviendo a ocuparse de sus pergaminos, no sé si con verdadera indiferencia o para ocultarme la expresión de su semblante. Ahora pregunto: si no hubiera yo visto a la del aposento cuando niño, ¿habría podido reconocerla por su retrato diez años después?». Nota: Doña Nicolasa había fallecido años antes de, incluso, nacer su nieto, José Zorrilla.